jueves, 30 de enero de 2014

Cómo conocí a vuestro padre

He de confesar algo. HIMYM nunca me ha parecido una comedia especialmente graciosa o divertida, al menos no al nivel de su referente más cercano, Friends. De hecho, empecé a verla por Alyson Hannigan (como whedonite convencido, no podía dejar pasar por alto volver a ver a Willow en el registro que fuera). No obstante, me encontré con una deliciosa comedia romántica sobre un chico en busca del amor de su vida. El hecho de que toda la sitcom fuera una comedia romántica me obligaba a mí, oh cursi irredento, a seguirla. Una comedia que comenzaba con el chico diciendo 'I love you' a la chica, y una comedia que comenzaba con un misterio que a la vez era un truco que acabaría por convertirse en la maldición y la redención de la serie.

EL MISTERIO. El misterio, anunciado en el título y en los primeros segundos de la ficción, era la identidad de la madre de los hijos del narrador. Por tanto, nos presentarían a una galería de candidatas hasta que llegara la madre, y, además, podrían jugar con la ventaja de habernos presentado a la madre antes o después sin que nosotros lo supiéramos, o prolongar la trama cuanto quisieran hasta que los hijos (ellos son el público, no por nada están en el sofá) supiéramos quién era la madre y cómo la conoció.

EL TRUCO. No obstante, detrás de ese misterio se ocultaba un truco narrativo. En definitiva, para la serie no importó tanto nunca la identidad de la madre como las vidas de los cinco amigos neoyorquinos (vale, una canadiense de por medio y neoyorquinos de adopción), sus veinte años, su madurez emocional y vital. El recurso era sólo una excusa, un macguffin, casi, un pretexto para contar algo distinto. No por nada Carter y Bays crearon el personaje de Victoria en la primera temporada por dos motivos: uno, que cancelaran la serie y quedara sin resolver el misterio, de modo que siempre existió el plan de que fuera la repostera dulce que nos hizo a muchos dar el sí, quiero definitivo a la serie; dos, que nunca dieran con la resolución adecuada al misterio. Por tanto, el instrumento narrativo, en este caso la narración de un Ted adulto a sus hijos, servía sólo para introducirnos en ese universo del McLaren's, pero no era el eje principal sobre el que vertebrar la serie. Ahí están todas las temporadas en las que cobran más peso las vidas de Barney (en principio a punto estuvo de fagocitar la serie con su efecto Steve Urkel), Robin (el gran descubrimiento de la serie) o Marshall y Lily con sus idas y venidas, relegando a un segundo plano a los amores de Ted, porque INSISTO, lo de menos era desvelar el misterio. No obstante, supieron utilizar bien el recurso de la narración, y ahí es donde brilla especialmente How I met your mother, en introducir en un género tan quemado o limitado como la sitcom un nuevo nivel narrativo donde jugar con los saltos en el tiempo, autorreferencias a hechos que han sucedido o no, multiperspectivismo, y la trampa de la memoria del narrador1. Y es que, si HIMYM no inventó la narración fragmentada/aleatoria/no lineal, ha sabido emplearla mejor que cualquier otra comedia. De hecho, fue cuando comenzaron a unir el misterio y el truco2 cuando empezaron a afianzarse ante un espectador escéptico.
Cabe preguntarse si la maldición consecuente se habría producido de no convertirse la serie en un fenómeno mundial a la altura de, por ejemplo, The office, sitcom menos accesible que ofrecía un truco diferente: en esta ocasión, como en Modern Family, el recurso narrativo es el falso documental. No despertó, sin embargo, misterio alguno. ¿Qué es el documental? ¿Quién hay detrás? ¿A quién se dirigen los personajes? Y, sin embargo, en la última temporada se resolvió el misterio sin la presión, claro, sin la maldición de HIMYM o, para extrapolarlo al extremo más afilado de dicotomía entre expectativas y resolución el final de Lost, serie con la que HIMYM comparte, cuanto menos, el truco.
LA MALDICIÓN. La mayoría de los espectadores no entendieron que el misterio, que ese ¿Cómo conoció a la madre? no era tanto un misterio a resolver como un juego de narración. Sin embargo, debido al desconocimiento de esta estratagema el fandom comenzó a obsesionarse con la respuesta. La gente quería saber quién era la madre, sobre todo cuando la serie comenzó a perder frescura (un factor que para mí jamás tuvo) o ingenio, esto es, cuando la gente comenzó a cansarse de los personajes o las chicas y chicas que pasaban por la vida del soso de Ted Mosby. Mientras tanto, los creadores se lo pasaban en grande provocando a este tipo de espectador con los cameos de Britney Spears o Katie Holmes, cuando no haciendo directa alusión a los hijos sobre lo poco que quedaba para que la madre apareciera. A todo esto, mientras tanto, las expectativas con respecto a cómo o quién sería la madre no dejaban de elevarse. Yo he llegado a oír de seguidores de la serie: pues la madre tendrá unas tetazas como balones o cosas por el estilo, como si no llevaran cinco, seis u ocho temporadas conociendo a Ted, ese romántico que dijo 'I love you' en la primera cita. A todo esto, el hecho de que desvirtuaran la concepción original de Barney, el preferido del gran público, y lo hicieran fiel y enamorado y ¡comprometido!, tampoco ayudó a templar los ánimos de los espectadores enfurecidos, cuando la gesta de amor entre Barney y Robin merece tanta atención como cualquier historia de amor entre Mosby y Cia, y es que esto, no lo olvidemos, ES UNA COMEDIA ROMÁNTICA. De este modo, con las expectativas por las nubes, una audiencia agotada y fecha de fin para la serie, no quedaba más que encontrar a la madre, que vino a ser, sin lugar a dudas, la redención de How I met your mother.

LA REDENCIÓN. Llegado este punto de la ficción, los creadores habían asumido la importancia de dar con una madre a la altura3. Por eso fueron construyéndola poco a poco, temporada a temporada, con las pistas, esos juegos narrativos, y por eso han llevado el juego narrativo, el fin del misterio y el truco a sus últimas consecuencias en la última temporada. Me explico: cuando se anunció que la temporada final de la serie transcurriría por completo en un fin de semana, no me extrañó tanto al tratarse de la serie de que se trata. La última imagen de la temporada anterior había sido, para más inri, la primera imagen de la madre, una chica pequeña y frágil, abrazable, de la que no sabíamos nada. Con eso, los creadores pretendían aplacar a los mismos fans a quienes antes aplacaban con pistas más sutiles y preparaban el terreno para una temporada dedicada a introducir a la madre para hacer entender al espectador cómo era posible que esa chica fuera el amor de la vida de Ted. Teorías locas aparte, como que la madre en realidad estaba muerta, que los hijos no existían, etc, los guionistas lo tenían jodido. Han introducido al personaje, porque ya no hablamos de truco o elemento narrativo,4 con pequeñas píldoras. Así, la consecución de todo esto se da en el capítulo 200, “How your mother met me”, donde al fin sabemos qué ha pasado a lo largo de estos ocho años en la vida de la madre. Han optado por rebajar el componente pizpireta y ganarnos a base de drama. La madre es bonita, divertida, inteligente, romántica, algo nerd, creativa... tiene un poco de todo. Los guionistas han sido coherentes y, sin miedo a decepcionar, al fin han resuelto el misterio. Han optado por lo fácil (con lo del novio muerto, sólo un monstruo sin corazón no habría querido abrazarla muy fuerte), pero efectivo. Ahora sí, nos queda el tramo final de la serie, donde dicen que vamos a tener madre para hartarnos. Si la serie es fiel al género al que tanto le debe, nos queda un chute de romanticismo, amor y comedia, la madre jugará un papel muy importante (mi apuesta es que ella salvará la situación ante esta súbita desaparición de Barney, sin duda un cliffhanger de lo menos efectivo, y ante la crisis entre Lily y Marshall) y podrán despedirse a lo grande con los deberes bien hechos, y los están haciendo, que toda esta temporada, a nivel narrativo, es una locura genial.




1Que muchas de las cosas que nos cuentan sean inexactas o falsas o, sencillamente, maquilladas por el propio Ted, eleva una serie sin especial chispa al Olimpo de la comedia.

2Las pistas, también un juego narrativo como un caramelo para el oyente como el cuento de Sherezade otra noche (el paraguas amarillo, la pierna de la madre, cada vez que se acercaban sin acercarse), los misterios pequeños (la Calabaza Putilla, la cabra en el baño), incluso el capítulo narrado por Robin no eran más que el resultado de un truco narrativo.

3Ninguno de los ligues y parejas de Ted estuvo tan a la altura como Victoria, y por eso no me extraña que Carter y Bays se guardaran el as en la manga y rescataran a su personaje temporadas más tarde para que la audiencia y Ted no la olvidaran, y pudiéramos saber qué fue de aquella maravillosa y pizpireta manic pixie dream girl. Tampoco funcionaron las historias de Stella o Zoey, al menos no a la altura de lo que debía ser la madre.

4Dado que la madre en sí carecía de relevancia como entidad humana en las primeras temporadas de la serie, pues su misterio se trataba sólo de una excusa narrativa para contarnos otra cosa (como los vampiros en Buffy, por ejemplo), no hacía falta perfilar al personaje demasiado. Fue con el devenir de las temporadas cuando las pequeñas pistas, los pequeños juegos narrativos, comenzaron a transformarse en información material sobre ella. Llegado este punto, con el recurso narrativo agotado (se agota el relato y la madre ya está aquí), sólo queda componer al personaje de la madre. Curiosamente, este recurso se ha empleado a la inversa en la última temporada de Doctor Who con el personaje de Clara. Primero nos la presentaron a ella o sus alter ego, se introdujo al personaje durante media temporada para desvelar en “The Name of the Doctor” que Clara sólo era un elemento para hilvanar todos los episodios que habíamos visto en esa temporada, pues en todos ejercía como salvadora del Doctor, aunque esto se descubría a posteriori. Algo que, y prosigo con la digresión, ya se dio con la primera mitad de la temporada 8 de HIMYM, en la que todos los episodios parecían flojos e insustanciales cuando finalmente se revelaba que todo lo que ocurría en ellos lo había orquestado Barney para declararse a Robin y pedirle matrimonio. Una vez más, HIMYM dilapidando toda narrativa tradicional para elevarla en su búsqueda de la comedia romántica perfecta.




lunes, 6 de enero de 2014

Buffy temporada 9: Buffy: Love vs Life

Muchas voces escépticas se alzaron con la decisión de Jane Espenson (quién si no) de incluir a un personaje que dinamitaba la mitología de toda la serie y, lo que es más importante, el mensaje por el que se ha caracterizado Buffy, Cazavampiros desde la primera escena del piloto: el poder femenino. La introducción de Billy, un chaval de dieciséis años, homosexual, que se convierte en Cazador por convicción, entraba en colisión con lo que conocíamos hasta la fecha de todo este universo. La primera Cazadora, creada por poderosos hombres, era una mujer agresiva y salvaje, casi demoníaca, cuyo legado saltó de generación en generación, de mujer en mujer, hasta llegar a Buffy Summers. La inclusión de una segunda Cazadora (Kendra primero, a la que sucedió Faith) ya fue un giro de las leyes naturales sobre las que se cimentaba la ficción, como lo fue, al final de la serie en televisión, la activación de todas las Cazadoras potenciales, lo que, por ende, suponía un refuerzo del mensaje original. Si la serie comenzaba con el poder femenino como eje principal, su conclusión era toda una explosión de este concepto con mujeres alrededor de todo el mundo convertidas en heroínas anónimas, con Willow rozando la divinidad, con Buffy salvando, una vez más, al mundo del Apocalipsis. No obstante, durante las temporadas ocho y nueve, ya en cómic, el tema principal de la serie ha parecido tambalearse, si bien la protagonista ha sido capaz de cambiar las reglas del mundo mágico dos veces consecutivas, o al menos esto da a entender el final de la novena temporada.

La cuestión: a lo que íbamos. Billy. Introducir un personaje nuevo entre los Scoobies, no sólo un personaje episódico y prescindible. A estas alturas, y ya hablé del tema, volver a la adolescencia, también columna fundacional de la ficción, resulta imposible con los protagonistas existentes. El invento con Dawn no funcionó demasiado bien a este respecto, y tampoco el de las potenciales, ya que el tema adolescencia y dudas y errores y angst quedaba disperso y alejado de la comedia de instituto que poblaba la serie en sus primeras entregas. Sin embargo, la llegada de Billy y su entorno (amigos, novio) nos retrotraen a esa dinámica fresca de la juventud, que vira más hacia la comedia, y a temas que ya dieron tanto juego como el  primer amor. Aunque suponga otra vuelta de tuerca sobre la mitología, aunque los chicos no puedan ser Cazadores (al menos, no legítimos, no místicos, porque existen Cazadores: Xander, Oz, Wood...).

Aquí es donde entra en juego Love vs Life, esta entrega especial que se ha publicado de manera paralela con el tramo final de la línea  principal de la Temporada 9, sólo que en tres números de la revista Dark Horse Presents. La historia de Billy, el Cazador de vampiros, transcurre a la vez que los intentos de Buffy, Willow y Xander por salvar el mundo en el centro del planeta. Mientras tanto, Billy trata de salvar su pueblo del incremento de zompiros, a su novio y a sus seres queridos, mientras se replantea qué hacer con su relación. Al volver de San Francisco, donde conoció a Buffy (tras, además, ser aceptado por ésta en el núcleo de los Scoobies), sus ideas han cambiado. La propia Summers le ha aconsejado sobre qué decisiones tomar en el amor cuando se es un Cazador. Por eso, nada más llegar a su pueblo, le deja las cosas claras a Devon y decide cortar con él por su propio bien. La gente siempre deja a la gente por el bien del otro. Pero Devon no lo entiende, y el padre de Devon, tampoco. Y las cosas, entre zompiros y amigos y familia, se complican, y finalmente deciden (o al menos así lo dan a entender) darse una oportunidad más.

Pero no es eso lo importante. En plena lucha, en la decisión del momento, de la adrenalina, de la vida o la muerte o el amor, el mismo Billy tiene flashes de la Primera Cazadora, es decir, las mismas visiones que han tenido por siglos las Cazadoras elegidas por la magia, y aunque esto aún no se explica, y supongo que se hará más adelante, viene a determinar que la introducción del personaje es totalmente lícita y canónica, que tal vez en un mundo sin magia donde las Cazadoras no pueden ser llamadas, las nuevas Cazadoras (o Cazadores) son formados por decisión propia en ausencia de potenciales. Como digo, una nueva vuelta de tuerca a todo el universo ficticio. Y eso que la décima temporada, que se viene de aquí a unos meses, parte de nuevo con las reglas cambiadas. Esto podría convertir a Billy en único en su especie, o, por qué no, abrir una nueva senda de Cazadores que velen por el legado de la primera mujer que combatió a los demonios. Y es que no sólo las mujeres tienen sus propios demonios, y en un mundo tan metafórico como el de Buffy Cazavampiros era lógico que todos los sujetos tuvieran su representación. Como digo, nos guste o no, esto es canon. Nos guste o no, las reglas han cambiado.
Y nos gusta.

El Doctor y la chica imposible


Cuando comenzó la temporada 7 de Doctor Who, algunos pensamos que Steven Moffat tenía un peculiar sentido del humor cuando vimos ni más ni menos que a la actriz que iba a ser la nueva companion interpretando a un personaje menor, de estos episódicos, cuando la presentación de la nueva companion del Doctor interpretado por Matt Smith estaba prevista para el especial de Navidad.
     Lo primero que destaca de Clara, la joven interpretada por Jenna-Louise Coleman, es lo resuelta que es. En esto es parecida a Amelia Pond, una chica que, a pesar de -o debido a- su juventud no se amilana ante lo desconocido y prefiere hacer preguntas. Hay una principal diferencia, y es que Amy ya tuvo un encuentro con el Doctor cuando era una niña, mientras que para Clara todo esto es -hasta que se demuestre lo contrario- nuevo. Así, que ella emprenda la búsqueda y se arroje a los brazos del Doctor para saber, saber, SABER. A este respecto, si Amy me recordó a Wendy con su Peter Pan particular, Clara me ha recordado a Alicia. En lugar de caer por la madriguera sube las escaleras interminables, más allá de las nubes, mientras persigue al conejo blanco encarnado por el Doctor. En el camino se cruza con criaturas extraordin...extraterrestres, aliados del Señor del Tiempo. Por último, tenemos el estanque helado a modo de espejo, pero también la presencia de los sueños como elemento relevante en la trama del Especial de Navidad. Puede resultar esto rebuscado, pero de momento Clara, como digo, me ha parecido más una Alicia descarada que otra cosa. Suman puntos a su favor, además de su exuberante feminidad, ese juego de registros, de estrato social en el que se mueve, del Londres humilde y sucio al de las clases privilegiadas, como una suerte de Jeckyl y Hyde o monstruo social imparable. Entonces, muere. En el momento en que conocemos a la nueva companion, muere. No sé si esto será frecuente en la mitología whovian (tengo pendientes los clásicos, de acuerdo), pero ya es la segunda vez que vemos morir a la actriz, tal y como apunta MacGuffin en su análisis de este episodio navideño.
     De este modo, con el descubrimiento, giro y cliffhanger final, Clara Oswald tiene pinta de convertirse en leitmotiv del resto de temporada, o en mcguffin o en el puzzle, como yo digo. Clara, nada más presentarse, se ha convertido en un enigma para el Doctor y el espectador, aunque es evidente que tiene material companion de sobra. Si estábamos encariñados con los Pond, y lo estábamos, llega el momento de descubrir qué nos puede contar la chica imposible, como la ha definido el propio Doctor. La chica que ya ha muerto dos veces para salvar la situación, la chica que, por tanto, no debería estar, la chica que el universo ha escrito para que esté y volver a salvar al Doctor de su solitaria deriva.

El pecho de Merche


Hace poco, quienes aún seguimos Cuéntame nos quedamos de piedra al descubrir el cáncer de Merche. Mercedes Fernández, la matriarca de los Alcántara, tiene cáncer de mama. No es la primera vez que escribo sobre esta serie, aunque sí la primera que lo hago en mi blog personal. Ayer la serie reunió a más de cinco millones de espectadores y un 25% del share, lo cual es, de momento, el máximo de la temporada. Nadie le puede negar la calidad, y hablo de calidad como producto audiovisual, con su uso de la música, sus cuidadas interpretaciones, su elegante montaje, sus diálogos creíbles, a Cuéntame.
     Quien me conoce sabe que soy aficionado a la ficción televisiva, que por lo general mi preferida es la británica, que lo normal es siempre valorar por encima de todas la televisión de cable americana (con honrosas excepciones entre las networks como ER, The Good Wife o The West Wing), ya que la ficción española no tiene nada que hacer a su lado. Y sin embargo.
     Y sin embargo, anoche asistimos a una hora de realidad horrible y dolorosa. Merche, ajena a la gravedad de su enfermedad, ingresa en quirófano en una escena sin diálogos, de miradas entre el matrimonio protagonista. Mercedes no sabe si algo irá mal, siempre cabe la duda; Antonio, Antonio sabe que todo será distinto después de ese trago, que puede que abran y tengan que cortar y cortar y extirpar, que puede que Merche, su Milano, quede en una camilla de hospital.
     Existe un momento verdaderamente brillante en el capítulo: el segundo en que Merche descubre la verdad. Se pasa la mano por el pecho y descubre que no hay nada, que su pecho falta, que su carne ha sido arrancada, que ya no es la Merche que atravesó el la puerta del quirófano. Entonces, levanta la sábana y mira. Ese momento es desgarrador, esa reacción le vale a Ana Duato todos los premios posibles. Son unos segundos de nada, de nuevo vuelve a haber silencio, sobran los diálogos. La verdad duele demasiado.
     Con todo, la vida de la familia debe seguir. Los responsables de la serie han tenido a bien escoger un momento tan trascendental en la ficción para traer de vuelta a dos personajes queridos: Toni, el hijo mayor, y Karina, el amor de Carlos (cómo odiamos a Arancha). Estos regresos sirven para paliar el dolor, la respuesta conjunta de la familia frente al dolor de la madre, el tacto de los médicos y enfermeras. Y sin embargo.
     Y sin embargo, las tramas secundarias. Supongo que, por eso de no recrearse en el drama, las tramas paralelas han sido poco acertadas e interesantes, en especial la de las banderas. El espectador no puede dejar de pensar en ningún momento en el pecho de Merche. Pero perdonamos los otros hilos del episodio porque los diálogos de Antonio y Merche son brillantes y reales. Y sin embargo, esto es sólo el principio. Los resultados no son alentadores y esto no ha hecho más que comenzar: después de la cirugía, tocan los tratamientos más demoledores: quimioterapia y radioterapia en una etapa aún experimental. De esto, claro, Mercedes aún no se puede hacer una idea completa.
     Sé que Merche no va a morir, no aún, porque es uno de los pilares de la serie y esa desesperanza no es propia de Cuéntame. Pero es imposible evitar las lágrimas en ese momento en que ella descubre que le han arrancado un pecho o la última frase del capítulo, su "No me voy a morir" con la maravillosa y emocionante música que acompaña a la escena. Después, la familia Alcántara, como todos los domingos, come su paella, esta vez sin la luz de la casa. Comen en silencio, tal y como abre el episodio, sin diálogos sobados, el silencio por bandera. Fin.

Buffy, temporada 9 (cómic)

9x05

He decidido emprender una tarea para la que no tengo los conocimientos, pero me sobra la pasión. Iré analizando las entregas en cómic de la novena temporada de Buffy Cazavampiros a medida que se vayan publicando. A todo esto, las entradas estarán repletas de spoilers, pues mi intención es detallarlo todo al máximo con la intención de tratar de descifrar el futuro de la heroína por antonomasia y de su pandilla. Para empezar, escojo nada más y nada menos que el 9x05, que tiene el sugerente título de "Slayer, Interrupted".
     Este título entronca con el que ha sido, a mi parecer, la mejor entrega de cómic hasta la fecha, el 8x05, "The Chain", donde una cazadora disfrazada de Buffy se hacía pasar por ella para llegar al inframundo y recuperar el control sobre las criaturas mágicas. No obstante, murió en esta gesta sin lograr su propósito, si bien por un tiempo asumieron que la auténtica Cazadora había muerta, hecho que las cazadoras pudieron aprovechar para atacar ante el desconcierto. Hasta la fecha, se trata de mi número preferido de largo, a pesar de ser independiente, o quizás por eso mismo, porque Buffy no se ha dado prácticamente nunca a salirse del arco general de temporada o personajes. En este caso, no entronca con la trama central de la octava temporada, salvo de manera muy tangencial.
     Se trata, además, del único número/capítulo de la serie donde no aparece la protagonista. Aunque está en esencia, en realidad no lo está. Ahora, retomamos ese submundo, una temporada más tarde, y ahora es cuando ese capítulo aislado parece entroncar con el resto de la serie con una nitidez aplastante. Primero, porque entra en contacto con la mitología del Buffyverso. De entrada, aparece la primera cazadora, y esto siempre es una señal excelente. No hay más que recordar uno de los mejores capítulos de la serie, "Restless". Tenemos, pues, a la cazadora original hablando en sueños a Buffy. Luego, aparece un hada del inframundo donde había muerto la falsa Buffy. Los seres mágicos se sienten traicionados no por la destrucción de la semilla mágica, sino porque creían que la Cazadora había muerto para siempre; de hecho, se han planteado que Buffy sea la impostora. Con la ayuda de Willow, y esto marca otro de los puntos fuertes de este número, las dos amigas juntas de nuevo, con unos dibujos preciosos de ambas (las trenzas de Buffy; esa belleza mística de la bruja) y una amistad retomada a pesar de la lejanía de un tiempo a esta parte.
        Hay en este número dos grandes revelaciones: una, la magia puede ser restaurada al mundo, pero en esta ocasión la Elegida no es Buffy, sino Willow. La pelirroja acepta su destino y se despide de su mejor amiga dispuesta a arrojarse a sus demonios, la magia y la posible recaída en su adicción. La segunda revelación, el cliffhanger del episodio, es brutal y muy efectivo. Abre, por si fuera poco, un gran número de posibilidades y enriquece a un personaje que corría el riesgo de quedarse anclado en la andadura de siempre: Buffy Summers, la Cazadora, está embarazada.

9x06

Buffy ha sido un producto arriesgado a la hora de tratar temas polémicos: sexo, relaciones autodestructivas, homosexualidad, asesinato... Ahora, de repente, trata uno de los temas más complejos y que levanta más ampollas en la sociedad: el aborto.
     De nuevo, un número donde el pasado tiene mucha relevancia. Buffy decide hablar con la única persona que aparentemente puede ponerse en su delicada situación, Robin Wood, otrora director del instituto de Sunnydale, hijo de una Cazadora asesinada por Spike. Ya hubo en la séptima temporada un episodio dedicado a narrar esta historia en dos tiempos, 1977 cuando el vampiro asesinó a Nikki Wood en el metro de Nueva York, y la actualidad, cuando el propio Wood se plantea acabar con Spike a modo de venganza. La mitología de la serie está presente de nuevo, dado que es un hecho altamente inusual que las Cazadoras tengan descendencia. En el caso de Wood, su vigilante le propuso dejar su misión, abandonar la cacería de vampiros en otro lugar, lejos del consejo y del mundo que conocían para poder criar a Robin. Aunque al principio accedió, llegado un momento la llamada interior de la Cazadora se hizo imposible de obviar, de modo que volvió a su misión hasta la muerte.
     Buffy no tiene ni idea. Piensa en deshacerse del feto, acabar antes de que sea demasiado tarde, pero Robin la disuade: después de todo, él no estaría ahí si su madre hubiera abortado. Será duro, pero no imposible. Además, Buffy no está sola.
     Mientras tanto, Spike colabora con un inspector de policía por consejo de Buffy, ya que vuelve a contar con el apoyo institucional con el que no contaban las cazadoras poco tiempo antes. Aunque el agente no comprende la relación entre el vampiro y la cazadora, forman un bien tándem.
     Ambas tramas confluyen cuando Buffy llama a Spike para pedirle ayuda: ha decidido abortar. Él está decidido a ayudarla.
     Aunque es evidente que Buffy no abortará, el tema está ahí. Y digo es obvio porque, de abortar, los guionistas acabarían con todo un filón narrativo que abre mil puertas para ampliar la mitología del universo que han creado en estas temporadas (sin obviar Angel). Así, lo que cabe preguntarse aquí es cómo afrontará Buffy la maternidad, el siguiente paso lógico en su camino personal, y qué engendrará su vientre, si un ser humano cualquier u otro ser excepcional. Eso, por no hablar del sexo del bebé y la identidad del padre.
     Con esta entrega, nos vuelven a demostrar que la temporada 9 supone una verdadera esencia a la tradición televisiva, nada que ver con el 'bigger than life' en que se transformó la octava temporada. De este modo, los personajes han de afrontar conflictos humanos, muy personales, ligados a la naturaleza que han forjado hasta ahora. Una temporada que, por el camino que lleva, está llamada a convertirse en una de las mejores de su Historia.


Buffy 9x14: Billy the Vampire Slayer

Tras el maravilloso -en todos los sentidos- issue #14 de Angel & Faith, "Family Reunion IV" y ese encuentro de nuestros personajes favoritos de ambas series (impagable unir a Dark Willow y Angelus en la misma entrega), llega la nueva entrega de la novena temporada de Buffy, Cazavampiros con un título tan prometedor como el que consta en él: Billy the Vampire Slayer. ¿Un cazavampiros con nombre de hombre? ¿Masculino? ¿En serio? Esto es nuevo. Muy nuevo. ¿Esto es nuevo?
     Recordemos algo. Durante la emisión de las siete temporadas iniciales, no hubo un solo capítulo donde no apareciera la Cazadora. No obstante, esto se resolvió con la llegada del 8x05, "The Chain", aunque la esencia de ese número era la suplantación de Buffy y, por tanto, el personaje permanecía presente.
     En cuanto a cazadores de vampiros, la reminiscencia más evidente es Wood, hijo de una Cazadora y enemigo convencido de los vampiros, aunque el único sentimiento que le movía era la venganza. En cuanto a los demás cazadores aparecidos a lo largo del recorrido de la serie, lo hacían por obligación (Giles), supervivencia (Oz, Xander, Andrew) o cuestiones trascendentales (Spike, Angel), pero no por pura convicción.
     Recordemos asimismo quién es Jane Espenson, una de las guionistas más relevantes en el Buffyverso (después de todo, fue una de las productoras y supervisoras de la mayoría de la serie), además experimentada en series como Caprica, Game of Thrones, Torchwood... En definitiva, una personalidad dentro del canon de la ficción. Por tanto, cuenta con total libertad para introducir conceptos nuevos en el metaverso que tratamos. De este modo, aquí, en el número 14, presenta una nueva idea: convertirse en Cazavampiros por convicción.
     Billy es un chaval joven, un adolescente que aún va al instituto y sufre acoso por ser homosexual. En principio, esto debería suponer toda una vuelta a los orígenes de la serie, lo tan demandado por los seguidores tras la bigger-than-life octava temporada. Así, regreso al instituto y personaje en problemas por ser distinto. A estas alturas, introducir a un personaje homosexual no resulta transgresor; en parte, por culpa de la saturación a la que nos han sometido productos como Glee. La cuestión es que en su día, cuando Willow inició su relación con Tara, sí era un paso adelante en la ficción adolescente o post-adolescente. En cualquier caso, esperemos que el hecho de que Billy sea homosexual no sea significativo más allá del dato. 
     Porque claro, y esto es lo que podría mosquear al personal: Buffy nació como una serie feminista, un producto donde las mujeres son poderosas y los hombres, débiles. Buffy Summers es un icono feminista, como queda patente una y otra vez (la última, tras su decisión de abortar; si bien resultó ser una excusa para generar cierta polémica, a mí me pareció un número valiente). Por tanto, que de repente surja un joven con la decisión de convertirse en Cazador por convicción desbarata toda la simbología inicial de la serie. No obstante tras un poco de investigación en Internet, he descubierto a qué se debe la decisión de Espenson: muchos lectores de Buffy, y digo lectores gays en masculino, le contaban cómo Buffy les había cambiado la vida, les había enseñado grandes lecciones vitales, se había transformado en un referente. Jane pensó entonces: ¿por qué estos chicos no habrían de poder soñar con hipotéticamente llegar a ser Cazadores de vampiros? Y lo hizo. Aunque la lógica parezca forzada, la escritura es hermosa.
     Billy decide luchar, no dejarse intimidar y convertirse en lo que quiere ser con ayuda de la persona a la que quiere. Billy será el primer cazavampiros que a los quince, dieciséis años escucha la llamada y decide convertirse al bando de unas chicas que no gozan de la mayor popularidad. Sin superpoderes, sin ser potencial, sin ser una chica, sólo porque cree que es lo que debe ser en este mundo. Y podría ser sólo el primero de muchos, parece esgrimir Espenson, pues cualquiera tiene cabida en este universo, cualquiera puede convertirse en "elegido" en cierto modo por propia voluntad. Es un mensaje alentador.
     Entre tanto, recordemos que la población de ¿zombiros? crece exponencialmente, que algunas Cazadoras se han alejado del camino marcado por Buffy (ahí está, sin ir más lejos, Simone, con vistas a convertirse en uno de los Grandes Villanos) y todo apoyo será bien recibido. Dejamos al final de este número, hecho por y para presentar a este nuevo personaje, a Billy camino de Buffy para formar parte de uno de los escuadrones de Cazadoras. Sólo espero que esto sirva para introducir a un personaje de largo recorrido en la serie, no una aparición pasajera que habría tenido más sentido en Tales of the Slayers o Tales of the Vampires que dentro de la novena temporada. Si la llegada de Billy supone una vuelta a la frescura adolescente de las primeras temporadas de la serie, será un éxito, ya que logrará conciliar a los fans de aquellas avaenturas iniciales con las de las temporadas más densas y oscuras. Sea como sea, en el próximo número sabremos hasta qué punto tiene cabida Billy en la mitología de Buffy, Cazavampiros.

Actualización 28 octubre 2012

Me dice mi amiga Rocío lo siguiente: Billy the Vampire Slayer es la introducción en un universo (aparentemente) determinista como el de Buffy de un concepto tan crucial como el de libre albedrío. No es una concesión a la comunidad gay de lectores de Buffy; es, de nuevo, la introducción de cuestiones metafísicas, problemas filosóficos, de primer nivel en la saga. 

Angel: tercera temporada



Reconozco que me costó engancharme a Angel, el spin off de Buffy. De entrada, se había quedado con los personajes menos carismáticos de la serie madre (el propio Angel, siempre atormentado, Wesley, el vigilante estirado, y Cordelia, que fuera de su ambiente de total bitch de instituto perdía mucho) y las incorporaciones propias tampoco eran nada del otro mundo. El primer demonio que metieron, ése de las visiones, que murió en la primera temporada, siempre me cayó mal. No lamenté la pérdida, por mucho que supusiera un gran punto a favor en la evolución de Cordelia. Más adelante llegó Charles, otra incorporación casi casual, en la segunda temporada, y esto seguía sin arrancar. Afortunadamente, un vampiro de trescientos años tiene mucha historia a sus espaldas, y siempre que incluían tramas con Drusilla, Darla o Spike en el pasado, la serie ganaba enteros.
     Funcionaban también, cómo no, los crossover, en especial el episodio de la primera temporada "I will remember you", donde Buffy venía a LA y Spike se hacía humano, pasaban un día juntos como una pareja normal, aunque al final todo se iba al garete y ella lo olvidaba. La magia. Qué final más bonito y triste, sí. También la visita de una Faith recién huida de Sunnydale hizo temblar un poco los cimientos de la serie con la particular redención de la cazadora conflictiva.

     A pesar de todo, no es hasta la tercera temporada donde la serie planea con agilidad y se pone a la altura de su hermana mayor. Hay que recordar que desde el momento en que la CB cancela Buffy, al seguir Angel en la cadena y Buffy pasarse a otra, terminan los crossovers, una de las principales bazas con que contaba el vasto universo que estaban creando. De existir, tendrían que hacerlo de manera velada. Por ejemplo, cuando Buffy muere y resucita, Angel hace una visita casi a hurtadillas a Sunnydale. No será hasta las temporadas finales de ambas cuando esta costumbre se retome.
     ¿Qué hace, pues, tan especial la tercera temporada? Sin dejar el tomo de humor tan marcado -mucho más que Buffy, siempre tan solemne-, se pone seria. Viene Darla embarazada de Angel, cuando los vampiros no pueden concebir, de modo que a lo largo de gran parte de la temporada se juega con el posible resultado de un embarazo sobrenatural. Angel las pasa putas hasta que nace Connor, su hijo, y una vez nace, con toda la comunidad mágica tras él, lo pierde en una dimensión infernal. Esto pinta muy mal. También la llegada de Fred, la frágil incorporación a Angel Investigations, viene cargada de drama. Al igual que Buffy sufre un trauma existencial a la vuelta del Cielo, Fred debe superar los años pasados en una dimensión infernal. Cordelia, por su parte, cada vez sufre más las consecuencias de las visiones que le han otorgado los Poderes hasta el punto de rozar la muerte; es la intervención de estas fuerzas supremas las que la convierten en parte en demonio, con los nuevos poderes que aún no es capaz de controlar, como es incapaz de controlar lo que dictan sus sentimientos. Comienza a pasar tiempo a solas con Angel y a sentir algo por él, y el vampiro le corresponde, aunque no se atreven a dar el paso, y cuando están a punto de hacerlo, llega otro personaje insulso: Gunn, venido de la dimensión de la que escapó Fred.
     Y por encima de todo, el hilo con mayor empaque, como no puede ser de otro modo, es el regreso de Connor, ya convertido en un adolescente furibundo dispuesto a matar a su padre. Aquí entra en juego Wes, ya que por su culpa, al interpretar una profecía según la cual Angel matará a su hijo, rapta al bebé y se lo quitan, dejándolo al filo de la muerte y enemistado con Angel. Esta escisión complicará las cosas para el equipo de investigadores y hará a Wes plantearse muchas cosas sobre su vida. El caso es que el retorno de un Connor vengativo deja las cosas complicadas para todos los protagonistas, por el peligro que supone y los equívocos que dan las situaciones de lucha y supervivencia entre todos.
 Como bien saben los guionistas, lo aderezan todo con alguna que otra trama romántica, algún episodio sobre el pasado de algún protagonista y muchas dosis de humor absurdo, y la serie crece a la espera de las temporadas que supondrán la consecución o la decepción de una serie que trata de caminar sola, de manera independiente al rumbo de la enorme Buffy, Cazavampiros.

Urgencias: segunda temporada


Acabo de terminar de ver la temporada 2 de Urgencias. Para ser sincero, las primeras tandas me pillaron demasiado joven y tuve que prescindir de verlas salvo por capítulos sueltos de vez en cuando. Cuando me enganché a la serie, calculo que por la temporada 5 o 6, tampoco tardé demasiado en situarme, pero me faltaban guiños y vivencias de ciertos personajes. Me faltaba George Clooney. Sea como sea, la seguí hasta que terminó hace unos años en la temporada 15, todo un hito en la historia de las networks para una serie tan compleja que, a fin de cuentas, se trata de un procedimental/drama médico. Así, ahora me he propuesto volver a ver la serie entera. Ya vi la primera estupenda temporada (y comprendí de inmediato por qué Urgencias venció a Chicago Hope en la batalla de las audiencias), un chute de adrenalina, de ritmo narrativo y OTRA FORMA de contar historias. 
     La estructura de los episodios de Urgencias era curiosa: cada diez, quince minutos se introducía una nueva historia (habitualmente un paciente que llegaba con un problema nuevo), de modo que, además de las tramas de varios capítulos y los arcos de temporada, cualquier espectador que conectara a mitad de episodio pudiera engancharse y no sentirse deudor de esa fidelidad irrevocable cuyo paradigma es Lost. No sucedía nada por haberse perdido medio capítulo, eso es, y las historias se entrelazaban con una velocidad asombrosa. Cuando hablo de ritmo, de velocidad, es literal. Para transmitir la tensión y el caos que se pueden vivir en la planta de Urgencias de un hospital público, el ritmo, las interacciones entre personajes, el ruido de máquinas y la cantidad de sangre y camillas y figurantes en los pasillos, los travellings (con toda seguridad precursores de los que tanto ha explotado Sorkin, aunque mucho más caóticos y complejos) eran continuos. Claro, muchos espectadores se quejaban porque la serie los ponía de los nervios y les dejaba el corazón en el pecho. No daba respiro. Pero joder, ¿de qué estamos hablando? De una serie que se llama Urgencias. Aquí no hay tiempo, como en House, para sacar una pizarrita y consultar con todo el equipo médico qué tratamiento seguir. Aquí se toman decisiones YA, porque el tiempo puede suponer la diferencia entre la vida y la muerte. Sí, hay tiempo para amoríos, pero no para esas absurdas escenas de cruces de miradas y roces en pleno quirófano à la Anatomía de Grey
     ¿Qué cuenta esta segunda temporada, a grandes rasgos? Además de los amoríos y desamoríos del doctor Ross (un guaperas George Clooney), la tensa relación entre Benton y el propio Ross por un caso de mala praxis, la incompatibilidad entre vida laboral y familiar para el doctor Greene, la historia de Susie y su hermana drogadicta, alcohólica teniendo una hija a la que ella quiere adoptar, la llegada de uno de los pilares de la serie, la doctora Weaver (mala como pocas, buena como pocas)... así como todos los dramas cotidianos que se pueden vivir en un hospital atestado de indigentes, inmigrantes ilegales y gente con muy poca paciencia y muy poco dinero. En definitiva, lo que Urgencias acostumbró a darnos desde su maravilloso y vertiginoso piloto.
     Por eso me sorprendió tanto, al ver la finale de la segunda temporada, cuando Carter (hilo conductor de la serie desde el principio) al fin se gradúa y pasa a ser médico, que todo comience con una calma irreal, a cámara lenta, con una canción relativamente tranquila y el baile desenfadado de enfermeros y los responsables de admisión del hospital. Es una declaración de intenciones, cierto, como queda patente más tarde, cuando Carter antepone el bienestar de sus pacientes a la satisfacción personal: se queda jugando a las cartas con un niño enfermo que está solo para que no se sienta mal; a cambio, se pierde su propia graduación. Sin embargo, al final del episodio, tras esa pausa, esa prolongación del tiempo a voluntad, ante las dudas que aún pueda haber, tanto los jefes del County como los espectadores estamos convencidos de que John Carter será el mejor médico en su especialidad.